La cifra de fallecidos por las catastróficas inundaciones que han azotado el estado de Texas, Estados Unidos, durante el fin de semana festivo del 4 de julio, ha escalado drásticamente, superando las 100 víctimas mortales. Las autoridades han confirmado que el número de decesos continúa en aumento, mientras los equipos de rescate redoblan esfuerzos en la desesperada búsqueda de decenas de desaparecidos, incluyendo un número considerable de niños que se encontraban en campamentos de verano.
La tragedia se ha concentrado principalmente en la región central de Texas, conocida como Hill Country, con el condado de Kerr emergiendo como el epicentro de la devastación. Solo en este condado, se han reportado más de 80 muertes, incluyendo al menos 28 niños, muchos de ellos arrastrados por la furia de la crecida repentina del río Guadalupe. Testimonios desgarradores emergen, como el de dos hermanas de 11 y 13 años, encontradas sin vida y tomadas de la mano, a kilómetros de su cabaña en un campamento.
Las intensas lluvias provocaron que el río Guadalupe creciera hasta 8 metros en tan solo 45 minutos, sorprendiendo a residentes y visitantes. Funcionarios locales han calificado el evento como una “inundación de 100 años”, un desastre de una magnitud que se consideraba altamente improbable según los registros históricos. “Esto fue algo que sucedió en segundos. Nadie lo esperaba”, afirmó un oficial.
El impacto de las inundaciones ha sido masivo, dejando comunidades aisladas, infraestructuras severamente dañadas y cuantiosos destrozos materiales. Miles de personas han sido evacuadas y se encuentran en refugios temporales, mientras que los equipos de rescate, apoyados por helicópteros y aviones de la Guardia Costera de Estados Unidos, trabajan sin descanso. Más de 1.000 voluntarios se han sumado a las operaciones de búsqueda en las zonas más afectadas.
Ante el sombrío panorama, el presidente de Estados Unidos firmó una declaración de desastre mayor para el condado de Kerr, lo que permitirá desbloquear fondos federales para la asistencia a las víctimas y los esfuerzos de recuperación. No obstante, las autoridades han advertido que el riesgo de nuevas inundaciones persiste, con pronósticos de más lluvias en las próximas horas, manteniendo a Texas en estado de alerta máxima. La recuperación de esta catástrofe sin precedentes en la región tardará mucho tiempo, incluso antes de poder pensar en la reconstrucción.